Traducido por Lic. Eugenia Lerner
La hija de Steve y Anita fue brutalmente asesinada.
Queridos Steve y Anita:
Rachel terminó su trabajo en la tierra y dejó la escena de una manera que dejó los corazones de los que quedamos atrás en un grito de agonía, mientras el fino hilo de nuestra fe es violentamente confrontado. Tiene alguien la suficiente fortaleza como para permanecer consciente a través del tipo de enseñanza que ustedes están recibiendo?
Probablemente muy pocos. Y aún éstos sólo tendrían un susurro de paz y ecuanimidad en medio de las rugientes trompetas de su rabia, dolor, horror y desolación.
Con ninguna palabra puedo mitigar su pena, ni debería hacerlo. Por que su dolor es el legado de Rachel a ustedes. No que ella o yo hubiéramos elegido infligir ese dolor, pero ahí está. Y debe arder su camino purificador hasta el final. Porque algo en uno muere cuando uno soporta lo insoportable, y es sólo en esa noche oscura del alma que uno es preparado para ver como Dios ve, y para amar como Dios ama.
Ahora es el momento de dejar que su dolor encuentre expresión. No la fuerza falsa. Ahora es el momento de sentarse en quietud y hablarle a Rachel, y agradecerle haber estado con ustedes estos pocos años, y alentarla a continuar con el que sea su trabajo, sabiendo que su compasión y sabiduría crecerán a partir de esta experiencia.
En mi corazón, se que ustedes y ella volverán a encontrarse una y otra vez, y reconocerán todas las formas en que se han conocido previamente. Y cuando se encuentren sabrán en un instante lo que ahora no les es dado conocer: por qué esto tuvo que ser como fue.
Nuestras mentes racionales no podrán entender nunca lo que sucedió, pero nuestros corazones –si podemos mantenerlos abiertos a Dios- encontrarán su propio camino intuitivo.
Rachel vino, a través de ustedes, a hacer su propio trabajo en la tierra, que incluyó su manera de morir. Ahora su alma es libre y el amor que ustedes pueden compartir con ella es invulnerable a los vientos del cambio del tiempo y el espacio. En ese amor profundo, inclúyanme.
Con amor,
Ram Dass