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Amor, poder y armonia
Por Serge Kahili King

A cualquier estudioso serio de la sociedad le resulta muy claro que todos los seres humanos comparten las mismas necesidades, deseos y, en un alto grado, aún simbologías, independientemente de su raza, color, credo o cultura. Lo que todo ser humano quiere y disfruta puede ser definido como Amor, Poder y Armonía.

El amor es parte de nuestra naturaleza. Es el estado de sentirse felizmente conectado a otro, o el acto de llegar a conectarse. Es extender nuestro ser para incluir a otro. No tenemos que luchar por el amor salvo que sintamos que no lo tenemos. Cuando los seres humanos se reúnen bajo circunstancias en las que no hay miedo, el amor simplemente sucede. He asistido a muchas reuniones en muchos países diferentes, en las que docenas de completos extraños llegan a ser amigos que se aman, luego de dos o tres días de estar simplemente juntos. Lo que hicieron y por qué estaban allí no parecía importar. Meramente la cercana proximidad y la ausencia de miedo produjo amor sin esfuerzo.

En tiempos de peligro el amor también se manifiesta naturalmente. Cuando hay un desastre o un accidente, la gente que no está atrapada en el miedo automáticamente comienza a asistir a los que necesitan ayuda. No necesitan ser enseñados o instruidos, excepto en cómo ayudar mejor. El deseo de ayudar, que es una forma de amor, brota espontáneamente. Esta respuesta automática de amor es tan grande que algunas personas expondrán sus vidas a serios riesgos para ayudar a otros. A estas personas las llamamos héroes cuando se zambullen en ríos tormentosos para salvar a alguien de ahogarse o cuando corren hacia un edificio que se está incendiando para rescatar a un niño o hacen alguna de las cien cosas valientes que se pueden hacer para salvar a otro. Y sin embargo, pocas de estas personas se piensan a sí mismas como héroes. Generalmente dicen que lo hicieron porque era lo que había que hacer, o que lo hicieron sin pensar. Fue un acto espontáneo de amor.

La duda es lo que debilita la conexión con el amor. Cuando una persona duda sobre la existencia del amor, entonces nace el miedo y el amor comienza a morir. El miedo interfiere con el amor porque es lo opuesto al amor. El miedo viene de sentirse o de estar desconectado. Cuando disminuye el amor, el miedo se incrementa; y cuando el miedo disminuye, el amor se incrementa. Más que eso, cuando decrece el amor, el miedo aumenta y también lo hace la necesidad y el deseo de amor. La necesidad y el deseo de amar y de ser amado influye sobre todas nuestras acciones y reacciones, según el grado en que sentimos la falta de amor, en cualquiera de sus formas. Sumada a la poderosa fuerza del amor sexual, también somos movidos por el amor a la aprobación y al reconocimiento. Muchos de nuestros comportamientos están guiados por la esperanza de aprobación, o por nuestra reacción frente a la desaprobación. Y muchos son guiados por una búsqueda de reconocimiento, aún cuando éste sea pequeño o temporario, especialmente cuando el afecto y la aprobación no parecen inminentes. Grandes acciones que benefician a toda la sociedad y actos viciosos que dañan la sociedad pueden ambos provenir de la necesidad y del deseo de reconocimiento. Algunas personas cuando carecen de reconocimiento lo fuerzan, buscando el respeto, haciendo quizás algo valioso, o causando miedo para obtener así un falso respeto.

Cuando la satisfacción de la necesidad y el deseo de amor de cualquier índole se ve frustrada en un grado suficiente, el resultado es la enfermedad mental o física. Esto sucede cuando el miedo, que resulta de la falta de amor, no tiene ninguna salida. Cuando, de acuerdo con las creencias del individuo, no hay nada que se pueda hacer, el miedo causa una retirada hacia el interior, produciendo gran tensión en el cuerpo y por lo tanto enfermedad.

El poder es parte de nuestra naturaleza. Como con el amor, no tenemos que luchar por el poder, a menos que sintamos que no lo tenemos. En sí mismo el poder es el acto de ser efectivo. Desde el mismo momento de la concepción todos estamos en el proceso de expresar nuestro poder, o hacer aquello que es efectivo para nuestra supervivencia y placer. De ahí en más, en cada momento de nuestra vida, estamos comprometidos en expresar nuestro poder, más o menos efectivamente. Físicamente, nuestros cuerpos están comprometidos en el mantenimiento, reparación, crecimiento, aprendizaje y búsqueda de placer. Mentalmente, nuestras mentes están comprometidas en la solución de problemas, en la creatividad y en la extensión de nuestra influencia sobre el mundo que nos rodea. Siempre somos poderosos, pero por muchas razones no siempre lo reconocemos. Cuando la expresión del poder no es efectiva, la reacción natural consiste en buscar una solución diferente al problema o bien otra forma de ser efectivo. Los inventores suelen experimentar con miles de aproximaciones diferentes antes de lograr que sus inventos funcionen, los equipos deportivos pueden probar docenas de estrategias diferentes para ganar a sus oponentes, los políticos pueden proyectar muchos planes económicos y sociales diferentes para lograr sus fines. Individualmente, la gente prueba diferentes acercamientos y técnicas de sanación, diferentes carreras, diferentes relaciones y diferentes religiones con el objetivo de ser más efectiva en su vida.

Una vez más, la duda es lo que debilita la expresión natural del poder. Cuando una persona duda de su poder personal, o de la fuente de poder, entonces nace el enojo y el poder empieza a huir. Cuando el poder disminuye, aumenta el enojo, y cuando el enojo decrece, el poder aumenta. Y, como con el amor, cuando decrece el poder, también aumenta el enojo, como también la necesidad y el deseo de poder.

La técnica más popular para tratar de recuperar el poder mientras continúa operando la duda y el enojo es el control. Mucha gente confunde el poder con el control, pero el control es lo que la gente utiliza cuando se está sintiendo impotente. El control activo es usado para forzar a la gente a hacer lo que uno quiere. Usualmente toma la forma de intimidación o de fuerza física. El control pasivo, también llamado agresión pasiva, toma la forma de hacer que la gente haga lo que uno quiere rehusándose uno a la acción, o haciendo que el otro se sienta suficientemente culpable como para hacer lo que uno quiere. Además de ser malo para las relaciones y la efectividad, el intento de controlar causa mucha tensión en el controlador.

Cuando el control no es posible, otra técnica que a veces se usa es el vandalismo. Un niño que se siente herido e impotente puede romper cosas para desplegar su enojo. Esto raras veces funciona para controlar a los padres, pero produce una reacción, y ese sustituto de efectividad brinda al menos algo de satisfacción. El niño piensa, “no puedo obtener lo que quiero, pero al menos puedo hacer a alguien infeliz”. Es un sustituto muy pobre de la efectividad, pero puede progresar de los caprichos infantiles al vandalismo adolescente y llegar al terrorismo adulto. Y por supuesto trae tensión con ello. No obstante, cuando no hay ninguna salida al enojo y ninguna vuelta al verdadero poder, el enojo es dirigido hacia adentro y el resultado es la enfermedad mental o física.

Finalmente, existe una inclinación natural hacia la armonía. Por armonía quiero significar la integración y cooperación mutuamente beneficiosa de la gente con su entorno social y natural. Podemos ver esto más fácilmente en los grupos tribales aislados, pero existe también en muchas comunidades pequeñas, vecindarios, grupos, clubes y asociaciones. Podemos ver intentos de creación de armonía en gobiernos nacionales y en las Naciones Unidas, pero cuanto más grande es el grupo más difícil parece ser. Esto en parte es porque cuanto más grande es el grupo es más fácil que sea más impersonal. O sea, resulta más fácil perder la sensación de conexión y de influencia personal. Pero la armonía envuelve más que esto, realmente tiene que ver con el sentido del propio lugar y propósito en el mundo, y con el reconocimiento de la interdependencia con el resto del mundo. Cuando una persona duda de esta interdependencia y duda de su propio lugar y propósito en ella, entonces nace la alienación. En lugar de “tu y yo o nosotros y ellos juntos” se convierte en “yo o nosotros en contra de ellos.” La alienación, que generalmente incluye una intranquilidad extrema, apatía, confusión y desesperanza, crea una gran tensión interna y, por supuesto, enfermedad mental y física.

La solución para la enfermedad causada por el miedo es ser más amoroso, a través de dar más reconocimiento, apreciación, admiración, tolerancia, misericordia, cuidado y ayuda a otros y a uno mismo. La solución para la enfermedad causada por el enojo consiste en incrementar el conocimiento, la habilidad y la autoconfianza. La solución para la enfermedad causada por la alienación consiste primero en buscar armonía espiritual con un ser superior o más profundo, y luego buscar ese espíritu en todas las cosas. Si quieres un arreglo rápido, no obstante, dado el ritmo ultra rápido de la vida moderna, entonces simplemente deja de dudar. Conserva un sano escepticismo cuando sea necesario, pero rehúsate a dudar de tu propio valor, del valor de otros, y del valor del mundo.

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