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Los tres micrófonos
Por Eugenia Lerner

Ese día todo se complicó, fallaron tres micrófonos.

Demoraron dos semanas en reparar la casetera del grabador y había llegado el momento de ir a buscarlo. Fui al service a la mañana, contenta, iba a recuperar mi viejo y querido equipo. Hace unos cuantos años que me acompaña de manera eficiente. Lo uso fundamentalmente para grabar las clases. De esta manera, si algún alumno falta puede escuchar luego el casete.

Salí del service, aparato en mano y lo llevé al consultorio, conecté el micrófono -ya que no tiene uno incorporado- lo probé y no grabó. Usé otro micrófono, de reciente adquisición y tampoco anduvo. Raro que fallen los dos! pensé. Mi alegría se desvaneció.

A la noche daba clase y tenía la expectativa de usar ese equipo, pero no, tendría que grabar con el nuevo, que no es tan bueno como aquél. Estaba plenamente consciente de la nimiedad del inconveniente pero igual me sentía molesta y extrañada.

Pensé que al técnico quizás sólo le llevaría un rato arreglar el desperfecto y decidí regresar inmediatamente a su negocio:

Cuando me vio entrar el señor se sorprendió y dijo un poco a la defensiva:

- qué pasó?

- No graba. Algo no anda por que lo probé con dos micrófonos diferentes y no funciona. Se acuerda que le dije que lo necesito para grabar?

- Bueno, la verdad es que no me acuerdo. Pero es raro que no ande, vamos a probarlo.

El técnico buscó uno de sus micrófonos, lo insertó en el toma correspondiente, bajó la ficha “rec” y dijo varias veces:

- hola, hola, uno dos tres probando.

Me llamó la atención que su voz saliera amplificada por los parlantes, por que con mis micrófonos eso no sucedía, ellos graban pero no amplifican. Luego apretó el “rew” y puso “play”: silencio. Probó con los míos y nada, no había caso.

- Debe ser la conexión- dijo pensativo- deme unos días que se lo reviso.

Su respuesta me decepcionó. Otra vez esperar, otra vez volver al negocio, cargar con el equipo, qué pérdida de tiempo! A pesar de eso sentí que valía la pena, dado el aprecio que tengo por el aparato.

Tres días después el técnico me avisó que ya estaba listo y fui a buscarlo. Cuando me lo entregó dijo:

- Sabe qué pasó el otro día? En realidad funcionaba. El micrófono tiene una fichita on-off. Estaba en off. No sé cómo no me di cuenta!!!. Así que lo volví a probar y anduvo.

La prueba salió bien, pero después de los inconvenientes que había tenido, estaba más cautelosa y no canté victoria, faltaba todavía un paso: probarlo con mis micrófonos. Partí hacia el consultorio, inquieta por averiguar lo que ocurriría. Llegué, respiré hondo, puse el micrófono que uso siempre y nada, no andaba. Intentando mantener la calma busqué rápidamente el micrófono nuevo, lo probé y tampoco. Qué está pasando???!!!!! grité para mis adentros. No podía creerlo. Era un misterio.

Algo decepcionada, esa noche usé el grabador nuevo y decidí descansar de los vericuetos de la electrónica por un tiempo.

Transcurrida una semana estaba a punto de dar por finalizada esta cuestión y despedirme del equipo. Pensaba que quizás le había llegado la hora de un digno y merecido retiro. Pero algo me llevó a hacer un último intento. Miré el micrófono viejo y la imagen de una pila se formó en mi mente. Dicho adminículo lleva una pila que dura años. Hacía poco la había cambiado, pero tuve el pálpito de que debía reemplazarla. Fui a comprar una, conecté el micrófono y, para mi sorpresa, esta vez grabó. Por algún motivo, la otra había tenido corta vida.

Aún no sé qué sucedió con el micrófono nuevo. Ese sigue sin andar.

Pocos días después el grabador en cuestión volvió a sus funciones. Mis alumnos se pusieron contentos, por que al igual que yo, aprecian su calidad de registro. Supuse entonces que el tema audio estaba resuelto, pero no fue así.

Al finalizar la clase algunos de los participantes me dijeron:

- en este salón no se escucha bien.

La saga continúa, pensé. Tema audio pasa a fase dos.



Hace poco tiempo me mudé a este lugar, más grande y cómodo que el anterior, pero tiene el problema de la acústica. Antes de instalarme tuve la sospecha de que eso podía suceder y lo confirmé días después de la inauguración. Debido al trabajo que llevaron las refacciones y la mudanza, no me quedaban ganas ni energía para ningún arreglo más.

Cada vez que notaba que no se escuchaba bien, hacía el esfuerzo de elevar la voz o pedía a los demás que lo hicieran. Esta solución era transitoria, por que al rato todos hablábamos con nuestro volumen habitual y el problema volvía a presentarse .

Por alguna razón, ese día sentí que había llegado el momento de encarar esta cuestión y resolverla, aunque no sabía cómo.

“Tendré que llamar al arquitecto”, pensé, “habrá que poner algún material acústico en las paredes o tal vez bajar el techo”. Qué molestia! Otra vez refacciones y más gasto de dinero. Me resistía a todo eso. El tema siguió dando vueltas un rato en mi cabeza, hasta que de pronto recordé el micrófono del técnico.

Qué alegría! ya tenía la solución. Entusiasmada fui a comprar otro micrófono que, como el del service, graba y amplifica a la vez y problema resuelto.



Ahora, reflexionando, veo cómo fueron dándose las cosas. Me doy cuenta que, gracias a que mis dos micrófonos fallaron y la pila duró poco, me enteré de esa posibilidad de amplificación del sonido, y que gracias a ello también, pude resolver los dos problemas de audio: el del equipo y el de la acústica. Obviamente, para esto último podría haber recurrido a un experto, pero me parece que la solución a la que arribé fue más simple y económica en términos de tiempo, dinero, y esfuerzo.

Esta historia tiene final feliz, pero no termina aquí. La saga continúa.



Estaba todo listo para la próxima clase: grabador reparado y micrófono nuevo. Sentía entusiasmo por el estreno y satisfacción por cómo se habían desenvuelto las cosas hasta aquí.

Comencé la clase, los alumnos se sorprendieron de la novedad e hicieron distinto tipo de bromas respecto del sonido amplificado. Unos quince minutos después, el clima del grupo empezó a decaer y las caras comenzaron a tornarse cada vez más serias.

- qué pasa?- pregunté

- sentimos como si estuvieras detrás de un vidrio- dijo alguien

- si, estás como lejos- agregó otro

- por qué cambiaste el micrófono? para mi, se escuchaba bien- comentó un tercero

Registré mis sensaciones y noté que yo tampoco me sentía a gusto con el nuevo sonido. Restaba intimidad a la experiencia.

Después de unos minutos de duda, decidí volver al viejo sistema.



Años atrás este nuevo viraje en los acontecimientos probablemente me hubiera perturbado. Hubiera sentido, quizás, que es difícil conformar a todo el mundo, que la gente primero dice una cosa y después otra, que nuevamente estaba en fojas cero respecto de la acústica, que perdí el tiempo y cosas por el estilo.

Aquél día no me ocurrió nada de eso. Simplemente acepté que la solución que surgió no dio el resultado esperado.

Retomé la clase y para mi sorpresa la acústica del lugar parecía haber mejorado. Ahora escuchábamos mejor y el micrófono ya no era necesario.

Qué fue lo que sucedió? Pienso que este cambio se debió a tres factores. Primero, el intento de solución nos confortó de alguna manera. Segundo, gracias a eso, pudimos apreciar más la voz natural y el clima que la misma genera. Tercero, al sentirnos mejor nos relajamos. En ese estado la mente se aquieta y cuando hay silencio interior se escucha más. Creo que todo esto nos permitió aceptar el salón con su acústica particular, dejar de resistirla y de esperar que fuera como la del lugar anterior.

Esta saga termina aquí por el momento, aunque no descarto que pueda continuar.



La próxima vez que las cosas salgan mal, te sugiero que:

- resuelvas lo que esté a tu alcance en cada momento

- pienses que encarar y resolver las dificultades de la vida es un arte o un ejercicio que puede expandir tus conocimientos y habilidades.

- revises si en algún punto del camino se ha presentado alguna solución o alternativa: a veces las soluciones vienen entreveradas en la trama de las complicaciones y no las distinguimos a simple vista

- consideres que una nueva complicación, en algo que ya creías resuelto, puede conducir a una solución más completa o ampliar tus opciones

- no esperes que todo se resuelva de una vez

- te preguntes:

* si hay algún cambio que estás resistiendo

* si hay alguna expectativa o preconcepto que necesites soltar

* si hay algo que puedes apreciar o valorar

* busques alguna forma de aflojar las tensiones.

Desde mi perspectiva, las pequeñas dificultades de la vida pueden darnos interesantes oportunidades de crecimiento y transformación. Algunos inconvenientes nos llevan a conocer, explorar, y experimentar nuevos territorios. Pueden inducirnos también a cambiar patrones estereotipados de pensamiento o acción. Resolver pequeños problemas nos mantiene atentos, abiertos y flexibles. Es un ejercicio que nos prepara y capacita para enfrentar otras situaciones, más difíciles.

Podemos padecer los problemas o tomarlos como si fueran maestros. Muchas veces nos hablan en lenguas extrañas, pero si estamos atentos y en silencio, los comprendemos.

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