En los talleres,
especialmente cuando enseño acerca
de las relaciones, me preguntan con
frecuencia: “¿Cómo puedo confiar en
la gente?,” o "¿Qué hace uno cuando
alguien traiciona su confianza?” Y
algunos comentan, “Aprendí a no
confiar en nadie.”
Es un tema difícil de explicar,
principalmente porque hay mucha
gente confundida respecto de lo que
significa realmente confiar en
alguien.
En su forma más simple, confiar en
alguien es tener la creencia, la fe,
o la expectativa de que una persona
va a hacer lo que él o ella dijo que
haría. Cuando la persona en cambio
hace otra cosa, se considera,
independientemente de las
circunstancias atenuantes, que la
confianza ha sido mal depositada,
que se ha roto o que ha sido
traicionada (según cuánta emoción
esté involucrada). Así, un niño
puede quejarse continuamente al
padre, “rompiste tu promesa!”, aún
cuando el padre no haya podido
cumplirla por una muy buena razón.
Sin embargo, hay que reconocer que
mucha gente, inclusive a veces los
políticos, hacen promesas sin
ninguna intención de cumplirlas.
Una forma más complicada de
confianza es cuando se espera que
alguien se comporte de una manera
determinada porque siempre se ha
comportado así, o porque debería
comportarse así (de acuerdo con las
reglas), o sólo porque uno quiere
que se comporte de esa manera, ya
sea que lo haya prometido alguna vez
o no. Conozco algunas personas que
se han sentido decepcionadas o
traicionados porque yo no hice lo
que ellas querían que hiciera, o lo
que ellas pensaban que yo debería
haber hecho (sin habérmelo dicho de
antemano, por supuesto). Y, tengo
que admitirlo, ha habido ocasiones
en las que yo me sentí decepcionado
o traicionado cuando algunas
personas no hicieron lo que yo
esperaba o quería que hicieran.
Podemos perder muy fácilmente
cualquiera de estas formas de
confianza si culpamos a los demás
por cómo nos sentimos respecto de su
conducta. Nos puede llevar también a
que en el futuro nos resulte más
difícil confiar en alguien, porque a
la mayoría de nosotros no nos gusta
sentirnos mal, e incluso muchos
tenemos miedo de sentirnos mal.
Como creo firmemente que todos somos
responsables de nuestros propios
sentimientos, decidí encontrar una
manera de confiar más y sentirme
menos decepcionado. Puede ser que mi
solución no sea satisfactoria para
todos, pero la presento aquí por si
es útil para alguien.
Primero, busqué una forma de
conducta humana que fuera común para
toda la gente en todos lados. Lo que
encontré es que, invariablemente, en
todos lados la gente siempre hará lo
que hace. Por lo tanto, esto me
permite confiar 100% en que toda la
gente va a hacer lo que hace, sin
importar lo que yo pueda pensar o
sentir al respecto.
Segundo, encontré que las personas
en todos lados siempre harán lo que
creen que es mejor para ellas. Esto
se vuelve un poco más complicado,
porque para algunas buscar el propio
interés es lo más importante, otras
creen que hacer lo que los demás
quieren también es bueno para ellas,
algunas creen que lo mejor para
ellos es mantener las promesas,
etcétera, etcétera. Sin embargo,
esto significa que yo puedo confiar
100% en que la gente siempre hará lo
que cree que es mejor para ella, sea
lo que sea lo mejor.
Tercero, en consecuencia, esto
quiere decir que yo no puedo confiar
100% en que alguien vaya a hacer
siempre lo que yo quiero o espero
que haga. O, para expresarlo en
forma positiva, puedo confiar 100%
en que alguien en algún momento va a
hacer algo distinto a lo que yo
quiero o espero que haga.
Cuando ocurre esto limito cualquier
sentimiento de decepción tomando
responsabilidad por mis sentimientos
y recuerdo la primera y segunda
formas de comportamiento mencionadas
(y ya no uso más la palabra
“traición” por su gran carga
emocional). Luego, mi próximo paso
es hacer otros planes que no
requieran que gente específica haga
cosas específicas.
Como resultado de esto, puedo
mantener buenas relaciones de
amistad con gente que no hizo lo que
yo quería o esperaba que hiciera,
porque eso no coincidía con lo que
ellos consideraban su mejor interés,
e incluso trabajar con ellos en
áreas en las que nuestros intereses
pueden coincidir. Por lo tanto,
confiar en que la gente mantiene sus
promesas, se comporta como
esperamos, hace lo que “debería”
hacer o lo que uno quiere que haga
es siempre un riesgo.
La confianza es muy importante, para
estar seguros. Nuestra sociedad y
nuestra economía no podrían
funcionar a menos que la mayoría de
la gente involucrada haga lo que se
espera de ellos. Como individuos,
creo que todos podemos relacionarnos
mejor si entendemos cómo funciona la
confianza y por qué, a veces, no
funciona.
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