"Muestra cierto
orgullo!”, “Defiende tus ideas!”,
”Camina erguido!”, “No seas un
felpudo!”, “Siéntete orgulloso de
quien eres!”, “Saca pecho y mantén
tu cabeza alta!”.
“Muestra cierta humildad!”, “Mantén
tu cabeza baja!”, “No sobresalgas de
la multitud!”, “El orgullo antecede
a una caída!”
“Aprende a ser humilde!”, “Quién te
piensas que eres?”.
Cuando era un hombre joven que
intentaba encontrar su lugar en el
mundo, mi madre me dijo una vez, “No
pienses demasiado de ti mismo”, sino
Dios te bajará a la tierra. Bien,
eso fue atemorizante. Era asimismo
desconcertante, porque el mundo
estaba lleno de religiones,
filosofías, psicologías y culturas
con puntos de vista diametralmente
opuestos en las cuestiones de
orgullo y humildad, incluso a menudo
dentro de estas mismas religiones,
filosofías, psicologías y culturas.
Por muchos años he vagado a través
de un laberinto de ideas
conflictivas, tratando de imaginar
cómo ser humilde sin perder el
respeto por mi mismo y cómo estar
orgulloso sin perder mi sentido de
humildad. La mayoría de las veces,
como mucha gente que he conocido, he
rebotado de acá para allá entre la
arrogancia y la auto degradación,
con todas las variantes intermedias,
antes de descubrir finalmente de qué
se trata realmente todo esto.
En la Grecia antigua uno de los
peores pecados que se podían cometer
era el de hubris, una forma excesiva
de orgullo conocida también como
arrogancia. La forma más seria de
ésta era pensarse como igual o mejor
que los dioses. Existen muchas
historias en la mitología Griega
sobre mortales cuya hubris causaba
que los dioses los derribaran de una
bofetada. Esto se tradujo
socialmente en el peligro muy real
de ser derribado duramente por
aquellos que representaban a los
dioses, tales como sacerdotes, reyes
y oficiales del gobierno si alguien
se atrevía a pensar que era un igual
o, en especial, si se creía mejor
que ellos.
Finalmente esta idea se arraigó en
la cultura Occidental en general y
fue transferida no sólo a los dioses
o al Dios de las nuevas religiones
sino al sistema de clases que se
desarrolló en la misma, tal como
nobles y plebeyos, o ricos y pobres.
Entonces era hubris pensarse a si
mismo como igual o mejor que los
“mejores”, significando esto
cualquiera que fuera percibido por
la sociedad como teniendo un nivel
social o financiero más alto que el
propio.
Como si eso no fuera lo
suficientemente malo, el problema
empeoró cuando la palabra, hubris,
quedó fuera de moda y fue
reemplazada por la palabra orgullo,
cuyas definiciones en el diccionario
son muy contradictorias. Finalmente
estamos en un punto hoy en día donde
es bueno estar orgulloso y es malo
estar orgulloso, y es bueno ser
humilde y es malo ser humilde.
Existe una forma de salir de este
dilema ?.
Existe si estamos dispuestos a
pensar en forma un poco diferente.
Primero tenemos que distinguir entre
orgullo verdadero y falso orgullo, y
luego tenemos que distinguir entre
humildad verdadera y falsa humildad.
El orgullo verdadero tiene que ver
con el reconocimiento y el respeto
por quién eres y por lo que puedes
hacer, sin ninguna confirmación o
aprobación externa. El falso orgullo
tiene que ver con pretender que eres
más de lo que crees que eres y que
sabes más de lo que crees que sabes.
Esta clase de orgullo casi siempre
necesita confirmación o aprobación
externa para encubrir un sentimiento
interno de inadecuación. Conste que
no estoy diciendo que la
confirmación o la aprobación externa
sean algo malo. Es sólo una medida
de falso orgullo cuando no puedes
sentir ningún respeto por ti mismo
sin ellas.
Otro aspecto del falso orgullo es la
arrogancia. Esto es cuando pretendes
que eres mejor que otros en
cuestiones que no pueden ser medidas
a través de habilidades. Una cosa es
ser mejor que otro respecto de una
habilidad y otra cosa completamente
distinta es necesitar que otros lo
reconozcan o pretender que de alguna
manera tu nivel de destreza te
convierte en un tipo de ser humano
superior. Notarás que una y otra vez
digo “pretender”. Esto se debe a que
no importa cuán buena sea una
persona actuando como superior,
porque en el grado en que él o ella
necesiten validación externa de
dicha superioridad, esa persona está
pretendiendo. Alguien con orgullo
verdadero puede o no ser una persona
superior, pero eso no tiene
importancia para ella.
La humildad verdadera tiene que ver
con reconocer y respetar quién eres
y qué puedes hacer, sin ninguna
confirmación o aprobación externa.
La falsa humildad tiene que ver con
pretender que eres menos de lo que
crees ser y que puedes hacer menos
de lo que crees que puedes. Esta
clase de humildad casi siempre
necesita de la confirmación o
aprobación externa para encubrir un
sentimiento interno de arrogancia.
La persona con falsa humildad tiene
una fuerte necesidad de convencer a
otros de cuán humilde es. Algunas
veces esto se debe a que una persona
cree que cualquier forma de orgullo
es mala y otras veces una persona
esencialmente arrogante utiliza la
falsa humildad como una forma de
desarmar o manipular a otra gente.
Una persona verdaderamente humilde
no tiene la necesidad de que otros
sepan cuán humildes él o ella se
sienten ni ningún temor de que otros
lo sepan. Una persona verdaderamente
humilde no se siente ni superior ni
inferior a ningún otro.
Que nos deja todo esto ? Tan sólo
una idea muy simple : el verdadero
orgullo y la verdadera humildad son
exactamente la misma cosa.
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